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La complejidad vende más que lo simple

En el mundo actual, donde las redes sociales dictan la tendencia, lo simple ya no es suficiente. Los influencers en salud y fitness, al igual que en otros ámbitos, nos enseñan sistemas complicados de alimentación y entrenamiento. Pero hay una razón detrás de esta obsesión por lo complejo: es lo que vende.

Los algoritmos de plataformas como Instagram, YouTube y TikTok premian el contenido que genera más interacción, y lo complicado atrae más atención. ¿Por qué? Porque las personas se sienten atraídas por lo que les parece más exclusivo, más profundo, más misterioso. Un sistema de entrenamiento con 10 pasos secretos o una dieta con ingredientes raros invitan a las personas a pertenecer a algo especial, a un grupo selecto que tiene la llave de ese conocimiento oculto.

Lo simple no despierta esa misma sensación de exclusividad. Cuando alguien propone un enfoque simple, como «comer más verduras y hacer ejercicio regularmente», puede parecer demasiado común, demasiado fácil de lograr. Pero lo complicado, lo «secreto», crea una sensación de pertenencia. La gente se siente parte de algo único, algo que pocos conocen. Esto no solo les da una falsa sensación de superioridad, sino que también alimenta el sesgo de confirmación. Es decir, buscan información que refuerce lo que ya creen que es el camino correcto. Se meten en grupos de Telegram o foros donde todos piensan igual, donde se comparten los mismos «secretos» y se validan mutuamente. La cámara de eco se forma, y las personas sienten que han encontrado el camino correcto, simplemente porque otros lo validan.

El contenido que promete algo «más», más profundo, más diferente, recibe más visitas. ¿Por qué? Porque la complejidad genera intriga, y a la gente le gusta pensar que está haciendo algo más complicado que el resto. Ser parte de algo exclusivo les hace sentir especiales, como si ellos estuvieran un paso adelante respecto al común denominador.

Y aquí entra un detalle clave: darle un nombre atractivo a lo que haces. Tú no puedes decir, «cojo la barra, me pongo a hacer repeticiones, cuando se me fatiga el musculo descanso unos segundos y luego sigo» Eso no hipertrofia nada. Tienes que decir, «Voy a hacer un rest pause«. Eso si que hipertrofia como dios manda. Los nombres en inglés, más que por su idioma, tienen esa capacidad de hacer que todo suene más internacional, más moderno, más innovador. Y si alguien te ve usando esos términos, probablemente pensará que estás a la vanguardia, que tienes acceso a un conocimiento que no todos poseen.

Lo interesante es que este fenómeno no es nuevo. A lo largo de la historia, las personas siempre han buscado formas de distinguirse. Pero ahora, los algoritmos están potenciando ese deseo. El contenido complicado da más clics, y eso es lo que realmente premian los algoritmos, independientemente de si ese contenido es realmente efectivo o no. Lo simple, lo funcional, lo efectivo, a menudo no genera el mismo impacto, porque no tiene el «atractivo» de la novedad o del misterio.

Piénsalo: un sistema de entrenamiento básico como hacer ejercicios básicos de pesos libres, algo que cualquier persona puede hacer, rara vez se vuelve viral. Pero si a esa misma rutina le añades una «metodología secreta», todo tipo de accesorios, o un nombre fancy, de repente se convierte en algo digno de ser compartido. Los influencers lo saben, y es por eso que los métodos «complejos» venden tanto. La gente quiere sentirse especial, única, como si hubiera encontrado un camino que otros no conocen.


El deseo de pertenecer a un grupo selecto

Es fascinante cómo las cámaras de eco juegan un papel tan crucial en este juego. La gente busca validar lo que ya cree, y lo hace buscando comunidades que refuercen sus ideas, como los grupos en Telegram o foros de internet. Se rodean de personas que piensan lo mismo y, en vez de cuestionar la validez de lo que están haciendo, se sienten apoyados en su elección. Este sesgo de confirmación les da la tranquilidad de que están en el camino correcto, simplemente porque los demás dicen lo mismo. El sentimiento de pertenencia se vuelve más fuerte que la razón, y todos se sienten especiales por seguir un sistema “exclusivo” que, en realidad, no les ofrece nada más que una ilusión.

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