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Evolución biológica y deporte

El siguiente artículo es un fragmento del libro El día que el mundo cambió

Durante diez mil años, la gran mayoría de los seres humanos cultivaban su propio alimento y criaban animales que para que les ayudasen con el trabajo y les diesen de comer. Fue solo a partir de la revolución industrial cuando el homo sapiens se hizo eminentemente urbano. Con el paso de los años, los nuevos avances le dieron un trabajo de oficina, una casa donde vivir y todo tipo de comodidades de las que no había gozado en otras épocas.

A pesar de que diez mil años parece una cantidad enorme de tiempo, es solo un parpadeo si lo comparamos con las decenas de miles de años en los que el homo sapiens fue cazador recolector.

No vamos a caer en la falacia naturalista ni debemos mitificar la vida de los cazadores recolectores de la antigüedad. Recordemos que estaban infestados de piojos, vivían en chozas hechas con sus heces, la comida era insulsa y monótona y la asistencia sanitaria inexistente. Thomas Hobbes solía decir que su estilo de vida era desagradable, brutal y breve. Debían de trabajar muy duro de sol a sol, vivir al día en busca de constante sustento, estando a menudo al borde de la hambruna, carentes de cualquier comodidad material elemental como camas mullidas o vestimenta adecuada, para acabar muriendo jóvenes[i]. Y la llegada de la agricultura solo trajo dolencias más graves y nuevas enfermedades transmitidas por el hacinamiento del ganado.

La evolución supone un proceso muy lento y diez mil años apenas significa nada. Esto implica, necesariamente, que nuestros genes están mejor adaptados a ese entorno dominado por la escasez, la aleatoriedad y los estresores continuos donde se desarrollaron que al entorno de abundancia, certeza y comodidad de la sociedad actual.

Con estos datos, podemos llegar fácilmente a la conclusión de que si tratamos de imitar un estilo de vida más  adaptado al entorno donde crecieron nuestros genes, la salud, tanto física como mental mejorará exponencialmente. Esto no implica necesariamente que tengamos que abandonar las comodidades que la sociedad nos brinda, simplemente adaptarlas.

Durante el periodo en el que el ser humano se dedicaba a cazar y recolectar, la comida no estaba asegurada. Cazábamos en respuesta del hambre y como cazar suponía un esfuerzo, eso incrementaba el déficit calórico. Tras el esfuerzo venía el premio en forma de comida y nunca antes.

Al igual que todos los depredadores en la naturaleza cazan para comer y no comen y después cazan por placer, alimentar a las personas antes de que hayan gastado energía confunde sin duda al proceso señalizador del organismo. La evidencia científica cada vez tiene más pruebas de que privar al organismo de manera intermitente de comida genera muchos efectos beneficiosos en nuestro cuerpo. [ii]

Por eso, ideas instauradas en el imaginario colectivo como que el desayuno es la comida más importante del día, desde un punto de vista evolutivo no tienen sentido. Y menos aún si a esta comida la acompañamos de cereales bañados en azúcares y otros productos procesados que elevan nuestra respuesta insulínica.

Esto ya lo sabían religiones de Oriente Próximo como el judaísmo, el Islam o el cristianismo ortodoxo y por eso imponían días de ayuno.

Platón afirmaba que los ayunos mejoraban la capacidad física y mental. Pitágoras requería a sus alumnos ayunar antes de ir a clase. Plutarco afirmaba que un día de ayuno era preferible a cualquier medicamento. Séneca en su tratado Sobre la Ira hace mención que ya los médicos hace dos mil años  ponían como tratamiento el ayuno para curar enfermedades a sabiendas del poder curativo que el propio cuerpo tiene. Hipócrates decía que comer cuando estás enfermo es alimentar tu enfermedad. Podría seguir pero creo que queda clara la idea.

Casi todo el mundo entiende que el entrenamiento produce un estrés metabólico que hace que el cuerpo mejore, pero extrañamente no aplican el mismo argumento cuando hablamos del ayuno.  Desde hace pocas décadas la gran industria de la alimentación, cuyos beneficios no vienen de que la gente esté sana, sino de vender más, ha puesto de moda hacer no menos de cinco comidas al día, introduciendo entre las comidas principales dos snacks y vendiéndolo como la quintaesencia de la salud. Nunca el ser humano ha tenido tanta comida a su disposición y también nunca ha sido tan grande la lista de enfermedades que le afectan.

La relación del ser humano moderno con lo que come, en muchas ocasiones está vinculado a sus emociones. Incapaz de gestionarlas correctamente, encuentra en todo tipo de alimentos procesados, normalmente cargados de grasas saturadas y azúcares, un placer fugaz que adormece su cerebro.

Ya desde la infancia nos enseñan que si nos portamos bien nos darán chocolate o que si comemos toda la comida tendremos postre. Ese comportamiento, en apariencia inocente, desarrolla una mala relación con la comida en la vida adulta.

El deseo de alimentos densos desde el punto de vista calórico, que suponía antes una ventaja evolutiva, ahora se ha convertido en una tendencia autodestructiva.  Antiguamente, la única manera de comer algo dulce era en forma de fruta. El azúcar del alimento era acompañarlo con grandes cantidades de fibra que enviaban al cerebro la señal de saciedad. Ahora los alimentos ultraprocesados están diseñados para inhibir esa señal de saciedad y poder ingerir de una sentada grandes cantidades de azúcar que de manera natural sería imposible. Esto hace que nuestro cerebro libere serotonina, una sustancia que nos ayuda a sentirnos mejor, pero también que nuestro páncreas tenga que liberar grandes cantidades de insulina para contrarrestar ese choque de glucosa.

Tras el subidón de azúcar vendrá un bajón que, como un adicto, empujará a nuestro cuerpo a la necesidad de un nuevo chute calórico. Esto produce un círculo vicioso en el que el cuerpo se hace resistente a la insulina segregada, por lo que cada vez tiene que generar más para producir el mismo efecto. El final de este proceso es todo tipo de enfermedades como la diabetes o el Alzheimer (denominada por algunos círculos científicos como diabetes tipo 3)

Volviendo a la antigua Grecia, Hipócrates  decía que la protección más importante contra la enfermedad era la moderación y una vida sana.  Pensaba que el estado natural de una persona es estar sana y que la enfermedad surge a causa de un desequilibrio físico o psíquico. Por tanto, la receta para estar sano era la moderación y la armonía.

En Delfos, el segundo de los principios, después del ‘conócete a ti mismo’, era ‘de nada demasiado’, es decir, buscar siempre ese principio de moderación. Los grandes sabios dijeron hace miles de años que el diez por ciento de lo que comes te mantiene vivo, el noventa por ciento restante mantiene vivo a tu médico.

***

Nuestro cerebro ha coordinado de manera perfecta sus acciones el 99 por ciento de las veces a lo largo de la historia. Muchas veces descansar era un lujo, de modo que cuando teníamos esa posibilidad no había que desaprovecharla. Desde hace pocas décadas, el holgazaneo se ha convertido en la forma de vida del ser humano por excelencia[iii]. Hemos cogido nuestros cuerpos fuertes y robustos de cazadores recolectores y lo hemos metido con calzador en un mundo artificial, al igual que el pez en la pecera con bombillas artificiales, alimentos preparados y medicamentos que lo mantienen enfermo, pero vivo.

Como hemos dejado de hacer lo que nuestros cuerpos deberían de hacer lo estamos pagando con creces. Casi todas las causas de muerte del llamado mundo desarrollado no existían para nuestros antepasados.[iv]  

Christopher McDougal dice que todas las películas de acción retratan el fin del mundo como una gran explosión producida por una guerra nuclear, un cometa o evento similar, pero el verdadero cataclismo podría estar ya forjándose sigilosamente delante de nuestras narices.[v]

Quizá lo antiguos hindúes manejaban sus bolas de cristal mejor que los estudios de Hollywood cuando predijeron que el fin del mundo no terminaría con una gran explosión sino con un gran bostezo. Shiva el destructor nos destruiría haciendo….nada, holgazaneando. Retirando la fuerza vital de nuestros cuerpos y dejando que nos convirtamos en babosas, escribe. [vi]

Los estoicos distinguían entre la mente y el cuerpo como sustancias separadas, pero a su vez sabían reconocer el estrecho vínculo entre las mismas. Es decir, la mente no forma parte del cuerpo pero un cuerpo decrépito o saludable tiene el potencial de alterarla. Fue precisamente en el imperio romano donde nació la afamada expresión mens sana in corpore sano, cuyo sentido original era orar para disponer de un espíritu equilibrado dentro de un cuerpo equilibrado.

El cuerpo es entendido como una herramienta que actúa como catalizador del rendimiento mental y espiritual. Mientras el vicioso abusa de su cuerpo sin límite lesionando su alma, el virtuoso lo cuida para mantener el equilibrio interno.

Pero no cometamos el error de caer en la trampa del narcisismo. Sin duda, una buena forma física es señal de fortaleza, pero fuera de estímulos naturales, la motivación para adquirirla puede indicar alguna debilidad profunda e incurable[vii], nos recuerda Taleb.

Algo que tenemos que tener bien presente es que el cuerpo tiene fecha de caducidad debido a que nuestro paso por el mundo es fugaz (memento mori). El alma no es el vehículo del cuerpo, sino que el cuerpo es el vehículo del alma y por eso cobra especial sentido el cuidarlo con mimo y no arrojarse a los excesos, muchos de ellos provocados por una mala gestión emocional.

 El que vive como si nunca fuera a morir se condena a un sufrimiento justo, ya que ha elegido ser bueno mañana en lugar de serlo hoy. Acepta las reglas de la vida y actúa acorde a sus limitaciones, dejó escrito  Epicteto.

En el mundo heleno, el deporte no respondía al concepto actual o, al menos, no del todo. Era considerado como algo mucho más valioso y recogía un amplio espectro de valores. La preparación psicológica para la competición y el respeto a los dioses, imprimían un mayor ánimo al atleta y aportaba los requisitos que todo griego distinguía del hombre perfecto, tanto física como moralmente. El entrenamiento del deportista era considerado como una preparación para la guerra y para la vida, un equivalente en la paz a los riesgos de la guerra, una válvula de escape para el valor y el instinto de la competitividad.

Poco a poco, esa imagen del deporte y el culto al cuerpo se fue desvirtuando y es desde hace pocas décadas cuando ha empezado a coger nuevamente protagonismo.

Un gimnasio del siglo XIX como en el que entrenaba Santiago Ramón y Cajal probablemente tenía  muy poco que ver con un gimnasio actual. En un intento del hombre moderno de buscar la comodidad en todo, ha incorporado todo tipo de poleas, bancos donde estar cómodamente sentado mientras entrena o máquinas específicas para trabajar hasta el músculo más pequeño y con ello ha restado antifragilidad al entrenamiento.

Con esto no digo que este tipo de máquinas no sean eficientes, sin duda es mejor usarlas que no hacer nada, pero, volviendo al entorno en el que mejor adaptados están nuestros genes, un gimnasio más cercano a lo que nos podíamos encontrar en el siglo XIX, es decir barras, discos y algo para colgarse, es más eficiente desde el punto de vista corporal que los cientos de aparatos que inundan los gimnasios actuales.

En el entorno de los cazadores recolectores, el hombre tenía que ser fuerte por naturaleza y para ello, de todas las cualidades físicas, la fuerza era determinante. Esta le daba al homo sapiens la posibilidad de comer, aparearse y, en definitiva, sobrevivir.

Desde un punto de vista atlético, la fuerza física supone el cimiento sobre el que se construyen todas las demás capacidades. La fuerza te da velocidad, resistencia y potencia y la evidencia científica nos muestra que, a la hora de quemar grasa, es más efectivo un entrenamiento de cuarenta minutos de fuerza que interminables sesiones en la bicicleta estática o en la cinta de correr. Si además, se realiza en ayunas como es lo óptimo, las  sinergias que se producen hacen que el beneficio sea exponencial.

***

La clásica formación el V de algunas aves al volar hace que ahorren energía en los vuelos migratorios, a menudo de grandes distancias. Cuando el ave impulsa sus alas hacia abajo, lo que hace es comprimir el aire que se encuentra en la parte inferior de las mismas. En cuanto el que va en cabeza se cansa, pasa al final de la fila y es relevado por otro. De la misma manera, si alguno tiene alguna herida o el cansancio le impide continuar, abandona la formación junto a otro pájaro que lo acompaña mientras se recupera, momento en el cual avanzan para dar alcance de nuevo al grupo. De esta forma van haciendo sinergias entre todos que serían imposibles de manera individual.

Un gimnasio moderno funciona como la línea de ensamblaje de una fábrica[viii]. De una máquina se pasa a la otra, para trabajar otro músculo. Por supuesto esto no funciona. Al igual que los pájaros, cuando los músculos trabajan de manera aislada, se olvidan de las sinergias que les proporciona trabajar en su conjunto.

Por ello, sin duda es más efectivo realizar ejercicios que imiten patrones naturales de movimiento como las sentadillas, el peso muerto o el press militar, pero también el entrenamiento con kettelbels, con el propio peso corporal, con anillas, incluso sorprendiendo al cuerpo con nuevos desafíos como arrastrarse en plan comando por debajo de un tronco o esprintando hasta que los pulmones estén a punto de estallar. De esta manera, decenas de terminaciones nerviosas y músculos auxiliares se verán activados de pronto.

Con esto no digo que nos olvidemos por completo de los ejercicios de aislamiento si estamos acostumbrados a realizarlos, pero sí que los eliminemos de la base la pirámide, en donde situaríamos los ejercicios antes nombrados, y los llevemos a la punta, no incluyendo más de uno o dos de estos ejercicios de aislamiento por sesión de entrenamiento.

El entrenamiento de las legiones romanas era tan duro que se decía que, a excepción de la sangre, no había ninguna diferencia con respecto a la batalla real.

Caminar es la manera natural de desplazarse del ser humano. La evidencia moderna nos muestra que los beneficios de simplemente caminar son incontables. Uno de ellos es que aumenta el flujo sanguíneo al cerebro y esa activación mejora las funciones cognitivas. Los cazadores recolectores pasaban parte de su día deambulando por ahí en busca de presas y de la misma manera, las legiones romanas en su entrenamiento, se acostumbraban a hacer grandes marchas de incluso cuarenta kilómetros, cargando con todo su equipo militar.

Otro de los entrenamientos a los que se veían sometidas las legiones romanas consistía en levantar grandes pesos. Levantar rocas o primitivas pesas desde el suelo, elevarlas sobre la cabeza o empujarlas hacia delante eran ejercicios habituales que, como vemos,  están muy cerca de la concepción moderna de esos ejercicios que he nombrado en forma de  sentadillas,  peso muerto,  press militarpress banca.

Solo una vez que el legionario estaba en plena forma, era instruido en el uso de las armas. Al principio el escudo y la espada eran sustituidas por armas de madera con pesos metálicos que hacían que pesasen el doble que uno normal. De este modo, cuando pasaban a armar reales les era mucho más sencillo manejarlas.

Decía Petronio que fue el miedo el que creó a los dioses. El miedo a las fuerzas que gobernaban la naturaleza y que éramos incapaces de entender. Por eso, al igual que el hombre primitivo creó la religión para tratar de dar explicación a la aleatoriedad de la naturaleza, cuando ese hombre se hizo sedentario, inventó los deportes prostituyendo y mercantilizando esa aleatoriedad.

En la naturaleza nunca se repite el mismo movimiento. Todo es aleatorio. Cuando vivimos en cautiverio, esto es, en la oficina, el gimnasio, el trayecto al lugar de trabajo o cuando hacemos deporte, esa aleatoriedad desaparece y la vida se convierte en una lesión por estrés repetitivo. [ix]

Los cazadores recolectores si querían sobrevivir tenían que cazar su propio alimento. De modo que  sus caminatas habituales a veces eran interrumpidas por súbitas carreras intentando cazar sus presas o huyendo de depredadores.

 Si nos fijamos, muchos deportes se basan en un concepto de entrenamiento a intervalos similar a este patrón.  Periodos de descanso activo acompañados de súbitos estallidos intensos. Un futbolista por ejemplo no se pasa todo el partido corriendo de aquí para allá. Habrá periodos durante el partido que vaya andando, otros que esté parado, otros trotando y otros esprintando hacia el balón.

Esto en la concepción actual se conoce como entrenamiento de intervalos de alta intensidad, con sus siglas en inglés HIIIT.

Con todo lo anterior, podemos llegar a la conclusión que desde un punto de vista ancestral, nuestros genes están adaptados a caminar, hacer ejercicios de fuerza y realizar entrenamientos de alta intensidad a intervalos.

Por tanto, para mejorar la salud en general, lo ideal sería adaptar este tipo de patrón, huyendo de la comodidad de las máquinas modernas o de las interminables sesiones en bicicletas estáticas o cintas de correr, que, como ya he nombrado, es mejor hacerlo que no hacer nada, pero no es lo óptimo. Al igual que no es óptimo para el cuerpo correr durante horas o largas jornadas de bicicleta, entre otros deportes. Antes de que los amantes de estos deportes se me echen encima, espero que se entienda que estoy contextualizando. No digo que no sea bueno o deseable practicarlos, sino que desde un punto fisiológico, el cuerpo no está adaptado para ello y por eso derivan en toda suerte de lesiones.

El sistema inmunológico es adaptativo. Se beneficia de los pequeños estresores que lo ponen a prueba y de ellos sale fortalecido.

Eliminar estos estresores nos hace más frágiles. Eliminar la aleatoriedad, que es el cemento de la naturaleza, hace que perdamos esa conexión ancestral con nuestros genes.

Ortega y Gasset lo describe de la siguiente manera: toda vida es lucha, es esfuerzo por ser sí misma. Las dificultades con las que tropiezo para realizar mi vida son precisamente lo que despierta y moviliza mis actividades, mis capacidades. Si mi cuerpo no me pesasen yo no podría andar. Sin la atmósfera, sentiría mi cuerpo como una cosa vaga, fofa y fantasmagórica. [x]

Es común, y por otra parte normal, preferir la comodidad a la incomodidad. El placer al sufrimiento. El descanso a la fatiga. Lo dulce a lo amargo. Lo lujoso a lo sencillo. Lo que mucha gente se niega a aceptar es que el sufrimiento va a llegar en alguna de sus formas, sea de manera voluntaria mediante la disciplina, la incomodidad y el entrenamiento o de manera obligatoria mediante la adversidad.

Schopenhauer tenía claro cuál era la razón de su ‘salud inquebrantable’ de la que gozaba cerca de los 70 años. El sueño es la fuente de toda salud y el guardián de la vida. Todavía duermo mis ocho horas del tirón. Debe usted además caminar rápidamente una hora y media todos los días renunciando a entretenimientos sedentarios. En verano hay que bañarse a menudo con agua fría. [xi]

El entrenamiento diario, la disciplina en la dieta y otro tipo de estresores como la exposición al frío o al calor, son mejores cuando se hacen de manera voluntaria que cuando se hacen de manera obligatoria en forma de receta impuesta por el médico o el fisioterapeuta para curar molestias o enfermedades.

Madrugar o dedicar tiempo a formarse y reflexionar son mejores cuando  se hacen por voluntad propia que cuando sigues las convicciones de un tercero con el que a menudo no estás de acuerdo.[xii]

Mucha gente piensa que la disciplina implica sacrificio. Que implica fustigarse en una lucha continua entre lo que quieres hacer y lo que debes hacer.  La disciplina  no es otra cosa que  tomarse en serio a uno mismo y tomarse en serio a uno mismo es el mejor camino para no tomarse en serio a cualquiera. Como tú te tratas, está dejando claro qué tipo de persona eres.  Cuidar tus pensamientos, tus acciones, tu lenguaje, tus emociones, la forma en la que te mueves, lo que ves, lo que escuchas, con quién estás en tu día a día y a quién dedicas tu tiempo es la mayor muestra de amor propio. 

Lo único seguro que tienes en la vida y que nadie te puede arrebatar es tu cuerpo. La sabiduría estoica nos recuerda que todo es transitorio y en cualquier momento te puede ser arrebatado. Tus bienes, tu casa o tus seres queridos, nada excepto tu cuerpo te pertenece. Por eso me cuesta mucho ver y entender que haya gente que decide no cuidarse, incluso a veces llegando al punto en el que la dejadez es tal, que la conducta se vuelve autodestructiva.

Muchas veces la escusa es la falta de tiempo pero en realidad es una cuestión de prioridades. Si tu prioridad no es cuidar tu cuerpo entonces no entiendo cuál puede serlo. Si no eres capaz de cuidarte es muy difícil que tengas confianza en ti mismo, que te quieras y que te aceptes, porque lo más importante lo estas descuidando. El amor propio empieza en cuidarse a uno mismo y es muy importante cuidar de tu mente y de tu cuerpo con acciones como hacer ejercicio, leer o  meditar.

            Imagina que haces un cambio en la alimentación y a los dos días lo abandonas. Que empiezas el gimnasio y a la semana te cansas. ¿Qué tipo mensaje le estás enviando a tu subconsciente? que eres flojo, que no eres capaz de comprometerte, que fracasas en lo que emprendes, que prefieres la comodidad inmediata a los enormes beneficios futuros.

Posponer la gratificación instantánea mediante la disciplina y el autocontrol, cuando se hace por voluntad propia  siempre es mejor que perder la libertad a causa de las malas decisiones.

            Maquiavelo advierte que esta es la conducta que debe observar un príncipe prudente. No permanecer nunca inactivo en tiempos de paz, sino, por el contrario, hacer acopio de todo tipo de enseñanzas para valerse de ellas en la adversidad, a fin de que, si la fortuna cambia, lo halle preparado para resistirle.[xiii]

Séneca dijo, evita el lujo y el disfrute afeminado. Hace débiles a los hombres, les hace permanecer inconscientes, como en una borrachera continua. El que siempre se protege del viento, cuyos pies están constantemente calientes y cuyas habitaciones permanecen aisladas del frío, peligrará al enfrentarse a la mínima brisa.  Todos los excesos son malos pero ninguno peor que el exceso de comodidad. Afecta al cerebro. Hace a los hombres perder la visión de la realidad y se vuelve nebulosa la separación entre lo verdadero y lo falso.

El hombre moderno parece haber realizado un acuerdo tácito con la sociedad mediante el cual renuncia a su libertad, a sus instintos, a la necesidad de expresar sus cualidades innatas y a adaptar sus genes al entorno (y no al contrario), a cambio de todo tipo de comodidades.

No digo que las comodidades de la vida moderna estén mal, pero cuando estas definen al ser humano y suponen la totalidad de su día a día hacen que aparezcan los problemas.  Hemos cambiado escasez por abundancia, movimiento por sedentarismo, naturaleza por asfalto, esfuerzo o hambre por exceso de confort. A cambio hemos recibido enfermedad física y psicológica y cada vez menos capacidad de adaptación a los cambios externos.

Gandhi decía que  la civilización lo es solamente de nombre. Es, según la expresión del hinduismo “la era negra, la era de las tinieblas”. Hace del bien material el único propósito de la vida, no se ocupa en absoluto de los bienes del alma.  Trastorna a los europeos, los hace siervos del dinero, los toma incapaces de hallar la paz y hasta de sentir vida interior. Es un infierno para los débiles porque mina la vitalidad de la raza. El destino último de esta civilización satánica es destruirse a sí misma [xiv]

La sociedad se ha convertido en un enorme lecho de Procusto [xv]  para todos nosotros. A veces el lecho es provechoso, pero en la mayoría de los casos, este lecho, resta la aleatoriedad necesaria de la que se compone la vida misma. Las reglas, los gobiernos, el mundo académico, los gimnasios, los deportes, los viajes diarios al lugar de trabajo, las relaciones humanas involuntarias o  los empleos, por poner algunos ejemplos, son un buen ejemplo de esto.

Desde la Ilustración, en la gran tensión entre racionalismo (cómo nos gustaría que fueran las cosas para que tengan sentido para nosotros) y empirismo (cómo son en realidad) hemos estado intentando cambiar al ser humano para que encaje con la tecnología. Hemos amañado su ética, para que encaje con sus necesidades de empleo. Hemos pedido que la vida entera encaje con algún tipo de narrativa. [xvi]Y, por supuesto, hemos olvidando el pasado evolutivo del hombre para que encaje por la fuerza en subtipos erróneos de cuidar su patrimonio biológico, a saber, su propio cuerpo.

Cada vez se hace más necesario la existencia interior de un Teseo que nos libre de muchos de esos lechos de Procusto impuestos y ese Teseo no es más que el conocimiento, como vengo defendiendo desde el inicio.

Quizá, al fin y al cabo, la serpiente que engañó a Eva  tenía razón. Puede que el hecho de que el hombre fuese expulsado de un inmenso jardín provisto de manantiales  y la más seductora vegetación hacia un mundo de trabajo y muerte  no fuese del todo un castigo al fin y al cabo. Quizá incluso fuese una bendición.

Cargar con la finitud y el esfuerzo hizo que el ser humano abriese los ojos y con ello obtuviese grandes logros en todos los aspectos, tanto físicos, como técnicos con la invención de grandes cosas. No frenemos esa rueda metiéndole el palo que nos haga volver al paraíso de la comodidad.


[i] Diamond, J. (2013) Armas, germenes y acero. Debolsillo

[ii] Taleb, N. (2016). Antifragil, las cosas que se benefician del azar. Ed. 1. Booket

[iii] Nacidos para correr, de Christopher McDougal

[iv] Ibíd.

[v] Ibíd.

[vi] Ibíd.

[vii] El lecho de procusto de Nassim Taleb

[viii] Vázquez, M. (2015) Barra libre. Entrena como un Hombre, Come como un Animal, Piensa como un Líder. Ediciones Salud Salvaje

[ix] Taleb, N. (2018) El lecho de Procusto. Aforismos filosóficos y prácticos. Ediciones Paidós

[x] Ortega y Gasset, J. (1999) La rebelión de las masas. Austral

[xi] Schopenhauer en El arte de sobrevivir. La frase original está contenida en la obra del autor Die Welt als Wille und Vorstellung

[xii] Vivar, P. (2021) Emotion ME – Podcast

[xiii] Maquiavelo, N. (2016) El príncipe.  CreateSpace Independent Publishing Platform

[xiv] Rolland, R. (1924) Mahatma Gandhi. Librairie Stock

[xv] El lecho de Procusto procede de un mito griego en el que Procusto era un herrero que también tenía una posada con una sola cama. Cuando sus huéspedes se tumbaban en ella, los amordazaba y si eran más grandes que el lecho,  les cortaba la cabeza y las piernas hasta que encajasen a la perfección. Si por el contrario eran más pequeños, estiraba sus músculos y hacía pedazos sus huesos con  el martillo de su fragua para que encajasen en su citado lecho. Esto fue así hasta que Teseo, el gran héroe Griego lo engañó para que se tumbase en su cama, lo amordazó y le hizo probar de su propia medicina. El mito se refiere a todas aquellas normas, en el contexto del ensayo, sociales, que hacen que nos tengamos que acomodar a ellas de manera exacta aunque no queramos

[xvi] Taleb, N. (2018) El lecho de Procusto. Aforismos filosóficos y prácticos. Ediciones Paidós

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