El siguiente texto es un fragmento de mi libro Homo Irrationalis
El ser humano no está preparado para asumir la responsabilidad que conlleva vivir en libertad y por ello, desde que nace busca patrones que le garanticen la seguridad. Los bebés cuando nacen no se ven a sí mismos como figuras independiente sino que aun durante un periodo prolongado se consideran unidos a la madre desde un punto de vista funcional. Con aproximadamente dos años de edad, el niño empieza a sentirse como un ser individual y para orientarse y arraigarse en el mundo encontrando la seguridad que le daba su existencia preindividualista busca objetos transicionales, como muñecos o peluches que, especialmente cuando se va a la cama y se siente solo, le salvaguardan contra la ansiedad. De ese modo, el apego a la madre se va sustituyendo progresivamente por el apego a estos objetos transicionales, mediadores entre el mundo interior de la imaginación y el mundo exterior.
A medida que el niño crece, estos objetos pierden la carga emotiva, pero no la necesidad del niño de buscar esa seguridad que calme su ansiedad. El proceso de individuación supone lanzarse a un mundo amenazador y peligroso y eso puede crear un potente sentimiento de angustia e impotencia.
De la misma manera que ese niño no puede volver a la seguridad del vientre de su madre, el adulto tampoco puede revertir el proceso de individuación, de modo que ese adulto termina sometiéndose a otras personas de las que sigue dependiendo o llega a depender como medio de eliminar la soledad y la angustia pero a cambio pagando un enorme precio, su libertad. Como escribía Dostoievski en Los hermanos Karamazov, ese adulto no tiene necesidad más urgente que la de hallar a alguien al cual pueda entregar, tan pronto como le sea posible, ese don de la libertad con el que él, pobre criatura, tuvo la desgracia de nacer.
Solemos equiparar la libertad con la buena vida. Una vida que creemos elegir conscientemente. Algo que nos supone un esfuerzo porque identificamos que cuantos más objetos personales tengamos o podamos tener más libres seremos y por lo tanto más felices. Esta vida nos exige el sobre esfuerzo para, como en el país de la Reina Roja, estar constantemente corriendo para poder estar siempre en el mismo lugar.
Para los taoístas la libertad significa todo lo contrario. Vivir bien pero vivir sin esfuerzo, conforme a nuestra naturaleza. En este contexto, el ser humano no es que actúe acorde a las circunstancias que él mismo ha elegido, sino el que nunca tiene que elegir.
Bajo una vida de constantes esfuerzos por mantener el estatus o la posición social, los seres humanos creen ser libres pero en realidad es una ilusión. Sus religiones son un intento de librarse de la libertad que nunca han tenido y su política cumple la misma función. Estos banales sucedáneos hacen que el hombre nunca haya buscado la verdadera libertad. Es raro que el individuo persiga la libertad más allá de la comodidad que deriva en servilismo. Ningún tirano ha llegado al poder haciendo apología de la dictadura y de la violencia, todos lo han hecho prometiendo la libertad y la seguridad.
Platón nos recuerda, en su crítica a la democracia que cuando un pueblo, devorado por sed de libertad, se encuentra con que a su frente hay escanciadores que la sirven a discreción hasta embriagarlo, ocurre que si los gobernantes resisten a las exigencias de sus súbditos reciben el nombre de tiranos. Y también sucede que todo el que se muestra disciplinado con los gobernantes, es definido como hombre sin carácter y como esclavo. Que el padre atemorizado acaba tratando a su hijo como si se tratara de un igual, que el maestro no osa criticar a sus alumnos y estos se burlan de él, que los jóvenes pretenden los mismos derechos que los viejos. En este clima de libertad, en nombre de ella no hay más consideración ni respeto por nadie, y en medio de tanta licencia nace y se desarrolla una mala planta, la tiranía[i].
Aristóteles, escribe en su Política que el esclavo mismo es una especie de propiedad animada y cualquier hombre al servicio de los demás es, por lo tanto, un instrumento que actúa como un instrumento. No obstante, el griego se refiere a los esclavos como herramientas vivas de trabajo siendo hombre de otro el que en tanto que hombre se convierte en una propiedad, y como propiedad es un instrumento de uso y completamente individual.
El filósofo consideraba que el hombre era un ser político por naturaleza y que, por ende, debía ser libre. Los esclavos, debido a su condición y al estar sometidos a una tercera persona, no deberían en la política aristotélica participar en la vida social ni expresar sus propias ideas. Sin embargo, con frecuencia sucede lo contrario. Los esclavos tienen cuerpos de hombres libres, y hombres libres con almas de esclavos, escribe el filósofo.
En este sentido, para el griego la idea de libertad está ligada a la esencia misma del ser humano. La libertad aristotélica reconoce a la persona la capacidad para decidir libremente y de manera racional frente a una amplia gama de opciones. Esto no significa hacer lo que uno quiera, sino ampliar la libertad junto con la de los demás, considerando Aristóteles como un atentado a los principios morales a todo aquel que abuse de su libertad.
La libertad, por lo tanto, en la línea del pensamiento de David Lloyd no es un privilegio que se otorga, sino un hábito que debe adquirirse.
Aristóteles distinguía tres modos de vida que se podían elegir con libertad por los hombres excluyendo de esta ecuación a los esclavos. Estas formas de vida tenían en común su interés por lo bello, entendido esto como aquello que no es necesariamente útil: la vida del disfrute de los placeres corporales, la vida dedicada a asuntos de la polis y, por último, la vida del filósofo dedicada a contemplar las cosas eternas.[ii]
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Catón el Joven era uno de los hombres modélicos para Séneca, que lo consideraba como incorruptible, austero, patriota y defensor de recuperar las tradiciones más antiguas de Roma. Tanto Catón se opuso a Julio César, como ya lo había hecho su bisabuelo Catón el Viejo contra Cornelio Escipión, dos figuras muy populares, cada una en su época.
Cuando el senado romano se empezó a corromper hasta provocar una enorme crisis en la República, aún se recordaba con nostalgia la figura de Catón el Viejo, sobre todo en su familia donde su bisnieto se propuso ser como él. [iii]
Catón orientó todas sus fuerzas a perseguir a los cargos políticos que se habían apropiado de fondos políticos. Su rectitud le llevó irremediablemente a enfrentarse con Julio César, que presentaba con su personalidad extravagante la antítesis de todo lo que era Catón. A Catón no le preocupaban en absoluto todos los lujos de los que disfrutaba César. Incluso a veces recorría las calles descalzo y jamás se desplazaba en carruaje.
Su enemistad con Julio César fue en aumento, incluso traspasando la esfera política a raíz de la prolongada relación que la hermanastra de Catón, Servilia, inició con el famoso general romano.[iv]
La batalla de Thapsus fue decisiva a la hora de mostrar que Julio César se convertiría en el líder político de toda Roma y, ante esto, Catón prefirió suicidarse antes que aceptar la autoridad de César.
Catón comenzó a preparar su muerte de manera adecuada. Tras un baño y una cena cogió Fedón, de Platón. Catón se dio cuenta de que su espada no estaba colgada de la pared y manda a un sirviente para que se la traiga. Después, se la clavó en el estómago.
Para su desgracia, uno de los sirvientes lo descubrió tendido en el suelo desangrándose y llamó al médico, quien en contra de su voluntad, lavó y curó la herida. En cuanto lo dejaron solo de nuevo, Catón se arrancó los puntos y empezó a sacarse las entrañas con sus propias manos o, al menos, eso es lo que cuentan las crónicas.
Catón el Joven murió a los cuarenta y ocho años sin ofrecer la posibilidad a Julio Cesar que le ofreciera su clemencia dándole una falsa sensación de libertad, ya que debería someterse a él. De este modo murió libre. Al enterarse de la noticia, Julio Cesar exclamó, Catón, a regañadientes acepto tu muerte, como a regañadientes hubieras aceptado que te concediera la vida.[v] Con este acto, Catón se negó a ser un esclavo.
Tan cerca tenemos la libertad y ¿aún existen esclavos?, ¿no preferirías, por tanto, que tu hijo pereciera de forma similar, a que se hiciera viejo siendo un cobarde?…Supón que no quieres proseguir la marcha: te empujarán hacia delante. Haz que dependa de ti lo que está en poder de otros. Desdichado, eres esclavo de los hombres, de las cosas, de la vida, porque la vida, si falta el valor de morir, se convierte en servidumbre, escribió Séneca, a lo que continuaba diciendo: Como una obra teatral, así es la vida. No importa el tiempo, sino el acierto con que se ha presentado. No atañe a la cuestión del lugar en el que termines. Termina donde te plazca, tan solo prepara un buen final.
La libertad es un concepto que está en boca de todos pero que muy poca gente llega a entender en su sentido más amplio. Nos encanta gritar que somos libres y entendemos que, por ejemplo, una dictadura es una agresión directa contra nuestra libertad. Vemos la libertad como algo intocable, como un objeto de deseo, pero no entendemos las consecuencias que tiene el acceso a esa libertad.
Spinoza veía la libertad como una piedra lanzada al aire. Si pudiese volverse consciente, pensaría que su voluntad de moverse hacia adelante es lo que la impulsa cuando lo que realmente la mueve es la fuerza del lanzamiento y la gravedad. En estos términos, lo mismo ocurre con la libertad de los seres humanos, nos parece que escogemos algo siendo libres y nos gusta pensar que tenemos control sobre nuestras vidas, pero eso se debe a que no sabemos ni comprendemos de dónde surgen nuestras elecciones y acciones. Para Spinoza, el libre albedrío es una mera ilusión al no existir ninguna acción libre ni espontánea[vi]. A pesar de todo, el filósofo pensaba que la libertad humana era posible y deseable. Que nuestras emociones surjan de nuestras propias elecciones en lugar de estar provocadas por acontecimientos externos. Según el autor, sólo así podríamos llegar a ser verdaderamente libres.
¿Te ha pasado alguna vez que, por ejemplo, alguien es mal educado contigo y llegas al punto de perder los estribos? ¿O que el coche delante de ti haya hecho una maniobra incorrecta y de pronto te descubras a ti mismo, dentro de tu coche, gritándole al viento? El que controla este tipo de situaciones era, para Spinoza, el auténtico hombre libre.
Para los cínicos, que llegaban un poco más allá, el concepto de libertad era entendido como el Bien Supremo y solo se podía alcanzar a través de la autosuficiencia. El verdadero cínico no era esclavo de sus emociones ni de sus necesidades físicas, no sentía miedo al frío, al hambre, o a la soledad y nunca tenía deseo de sexo, de dinero, poder o gloria. Un modelo de vida totalmente alejado de la mayoría ofreciendo una crítica destructiva a los valores tradicionales. El cinismo, más que una escuela filosófica, fue un estilo de vida en el que sus adeptos, una vez liberados de sus necesidades, de desentendían de la política, la física, y toda especulación filosófica que no fuese la ética. Se autodefinían como ciudadanos del mundo, sin casa, sin ciudad y sin patria[vii] y de ese modo eran libres.
La mayoría de la gente tiene miedo a ser libre. No están emancipados de ese tutor que le ha guiado toda la vida en forma de sociedad, estado, familia, etcétera y, por ende, no saben tomar decisiones sin someterse a sus dictámenes ni a un análisis previo.
Cuando Kant dice sapere aude, o atrévete a pensar, sabía que para poder elegir bien era necesario tener libertad. Adán y Eva vivían felices en el paraíso hasta que Dios decidió recortar su libertad. La prohibición de comer la fruta del árbol prohibido hizo aflorar los anhelos que para siempre han acompañado al hombre y se rebelaron contra su propio Dios. No estaban dispuestos a sacrificar su libertad por nada. También se rebelaron contra la ignorancia anteponiendo la curiosidad al mandato divino. La consecuencia fue que Dios les concedió la libertad absoluta, lejos de su amparo. Te ganarás el pan con el sudor de tu frente[viii].
Este es el verdadero precio de la libertad. El trabajo personal para lograr una vida plena.
[i] La Repúblicam de Platón
[ii] La condición humana, de Hannah Arendt
[iii] El romano fanático que prefirió arrancarse las entrañas antes que rendirse a Julio César, por Guillermo Caso de los Cobos
[iv] Ibíd.
[v] Ibíd.
[vi] Una pequeña historia de la filosofía, de Negel Warburton
[vii] Historia de la filosofía griega Tomo 2, de Luciano de Crescenzo
[viii] Génesis 3:19