En casi todos los temas, o por lo menos en la gran mayoría, somos víctimas de nuestros propios sesgos y de nuestra ignorancia. Casi todo lo que pensamos del mundo es incorrecto y propicia que no tengamos ni idea de nada. Eso hace que a menudo tomemos decisiones que son de todo menos racionales y que estemos imbuidos en creencias absurdas que tienen que ver con todo menos con la razón y los datos.
Estas creencias, nos sirven para validar lo que ya pensamos. Esto refleja la tendencia tan humana de buscar una explicación simplona y de una sola causa a cualquier fenómeno por complejo que sea. Queremos creer que las cosas pasan por una sola razón para poder tener una solución bien sencilla y alguien a quien echarle la culpa como veremos hacia el final del artículo.
Por otro lado somos expertos en buscar patrones. Todas las elecciones que hacemos, desde escoger la comida hasta la pareja, son el resultado, no de un misterioso libre albedrío, sino del trabajo de miles de millones de neuronas que calculan probabilidades en una fracción de segundo. La tan cacareada intuición humana es en realidad el reconocimiento de patrones.
Eso en un momento de nuestra evolución suponía una ventaja enorme al indicarnos donde podían estar las presas o los depredadores a ciertas horas o bajo ciertas condiciones. En esa época era mejor detectar patrones que no se encontraban en realidad que saltarse uno que sí y ser víctima de un depredador. El problema es que en la actualidad no necesitamos detectar patrones para asegurar nuestra supervivencia y pero el cerebro sigue encontrando asociaciones entre cosas que no estan relacionadas pero creemos que sí. Por ejemplo, el hecho de que llevar determinada ropa interior hace que ganemos el partido.
Este tipo de supersticiones nos dan sensacion de control sobre el mundo y muchas veces creemos las cosas en funcion de cómo nos hacen sentir, más que en la información disponible. A todos nos gusta pensar que tenemos intuición, así que nos enusiasmamos cuando se da la coincidencia de que estamos pensando en un amigo y justo en ese momento, el amigo nos llama o nos manda un mensaje.
“Creer en gilipolleces es como una politoxicomanía, una vez que empiezas a creer en una, te caben todas las demás”
Ramón Nogueras
La disonancia cognitiva
Muchas gente piensa que, como personas racionales que son, cambiarían su punto de vita si les demostraran que estan equivocados pero no es así. La disonancia cognitiva es una sensación desagradable que tenemos cuando mantenemos dos ideas, opiniones o creencias que son incompatibles. Por ejemplo, el fumador que piensa que el tabaco es malo pero a pesar de todo sigue fumando.
Podemos resolver la disonancia cambiando nuestra conducta para que sea consonante, pero a menudo optamos por la justificación y buscamos una historia que podamos contarnos que elimine y reduzca la disonancia cognitiva. Por ello, el sesgo de confirmación (la tendencia a prestar mucha más atención y a creer más en la información que confirma lo que ya pensabamos y a descartar o ignorar lo que lo contradice) es la solución a la disonancia cognitiva y es lo que más importa cuando explicamos por qué creemos en gilipolleces y, sobre todo, por qué seguimos creyendo en las mismas gilipolleces aunque nos demuestren que no son verdad.
Una de las ideas más estupidas y arraigadas en la sociedad es que rompiendo cosas y desahogando la agresividad de manera violenta del alguna manera como darle puñetazo a un saco de boxeo o a un cojín, nos hará sentirnos mejor. Décadas de investigación han demostrado que lo que ocurre es justo lo contrario. Cuando desahogamos nuestras emociones nos sentimos peor y nos enfacamos aún más.
La teoría de la disonancia cognitiva nos dice que si agredimos a otra persona, sentiremos una fuerte necesidad de justificar el acto, ya que la agresión choca con la visión que tenemos de nostros mismos como personas razonables que no dañarían a inocentes. La forma más fácil de resolver esta disonancia es decidiendo que la otra persona se lo merecía.
Nos protegemos de nuestros errores con una ilusión de realismo alimentada por la disonancia cognitiva. Tenemos la ilusión de que los demas tienen sesgos pero nosotros no.
Debido al sesgo de confirmación, tendemos a olvidadar con más facilidad la informacion que complica poder mantener las opiniones que teníamos. Hay cosas como canciones o poesías que podemos reproducir literalmente pero nuestros recuerdos funcionas más como una reconstrucción que tiene que encajar con las demás. Nuestro cerebro confabula a menudo para que creamos cosas raras, si esas cosas son las que queremos ver.
Teorías de la conspiración
Es demasiado complicado entender cómo funciona la economía global. Por ello es mucho más fácil imaginar que hay un grupo de multimillonarios que mueven los hilos detras del esceario, que controlan los medios de comunicación y que fomentan guerras para enriquecerse. Casi siempre, esto es una fantasía sin fundamento. El mundo contemporáneo es demasiado complicado no solo para nuestro sentido de la justicia sino también para nuestras capacidades de gestión. Nadie (incluyendo multimillonarios, la CIA, los francmasones, los sabios de Sión…) comprende bien lo que ocurre en el planeta de modo que nadie es capaz de mover efectivamente los hilos.
Las teorías de la conspiración cubren diferentes requerimentos. Necesitamos entender nuestro entorno y reducir la incertidumbre y estas teorías ofrecen explicaciones para cosas que no entendemos, con el aliciente de que no sol falsables con facilidad, con lo cual, son idóneas para nuestro sesgo de confirmación. Del mismo modo, estas teorías te hacen sentir parte de la gente lista, de la gente que sabe, te hacen pensar en ti mismo como alguien que tiene los ojos abiertosa la realidad y no como el resto de la masa aborregada que no ven más allá de la superficie. Y te sientes así aunque en realidad seas un matao, más tonto que una mata de abas, porque reduces la disonancia entre cómo debería ser el mundo y cómo es.
Es mucho más fácil creer que tu vida no es lo que tú querrías porque hay poderes ocultos que conspiran para que así sea que aceptar que las cosas son así por un monton de factores complejos entrelazados, muchos de los cuales ni controlas ni comprendes.
Para terminar, solo decir que nunca estaremos libres de autoengaño. Seguramente no podemos alcanzar una racionalidad perfecta, porque nuestra capacidad sensorial es limitada y no podemos percibir todo lo que nos rorea. Nuestra atención es finita y sentimos emociones que modifican nuestra conducta.
Habra veces que nos traguemos un bulo de modo inevitable, veremos solo lo que queremos ver o sacaremos conclusiones incorrectas. Pero hay una cierta evidencia que conocer este tipo de información nos ayuda a ser un poco menos susceptibles de caer en estos errores.
Tener sesgos, fiarnos de los heurísticos o mantener nuestras ideas a toda costa nos convierte en humanos. Sino seríamos como robots lógicos mucho más parecidos los unos a los otros. Aceptar la existencia de los sesgos ajenos es lo que nos cinvierte en mejores humanos.
Para escribir este artículo he utilizado como base el libro “Por qué creemos en mierdas” de Ramón Nogueras. Si os interesa el tema puedo completar esta entrada con alguna otra hablando de más sesgos y heurísticos que nos afectan.