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El error del sistema educativo

La educación de un niño puede llegar a ser una labor complicada. Hay gente que únicamente delega esa tarea al sistema de enseñanza reglado, a los profesores o lo que es lo mismo, al estado. Por una serie de razones que ya iremos viendo, considero eso un grave error. Educar a un niño no pasa simplemente por llevarlo al colegio y que el sistema de educación estatal haga el resto. La manida frase de que la educación comienza en casa tiene mucho sentido y educar a un niño no solo consiste en enseñarle a que diga palabras como por favor y gracias, o sepa sumar, restar, multiplicar y dividir. Es una plétora multidisciplinar de conocimientos que hay que ir inculcando desde pequeños para que poco a poco, los niños por su propia cuenta vayan haciendo sus esquemas mentales personales.

Hay todo un conjunto muy amplio de conocimientos que ni siquiera se molestan en tratar de enseñarnos. No nos enseñan nutrición, ni siquiera a cocinar. No nos enseñan a tener relaciones felices y positivas, ni a lidiar con nuestras emociones. No nos enseñan a mantener el cuerpo sano y en forma, como mucho se habla de deportes o se ven por encima ciertos conceptos. No nos enseñan felicidad. No nos enseñan meditación. De todo esto me gustaría ir desarrollandolo poco a poco en futuros artículos, pero tal vez en los colegios se deberían de enseñar este tipo de conceptos en lugar de otros que de nada nos van a servir en nuestra vida una vez terminado el examen correspondiente. Y como no nos enseñan nada de esto, aquí es donde verdaderamente entra en juego la labor de los padres. Por eso se dice que la educación de un niño comienza 20 años antes de su nacimiento, con la educación de sus padres. El niño no deja de ser un reflejo de sus padres porque todos aprendemos por imitación y adaptamos los modelos de comportamiento que vemos en casa, principalmente al principio de nuestras vidas.

Dicen que deberíamos dejar un planeta mejor para nuestros hijos. Es cierto, o al menos relativamente, pero también es más importante dejar unos hijos mejores para nuestro planeta y últimamente parece que esto se está dejando un poco de lado.

Desde la primera infancia, la mayoría de nosotros aprendimos que a nuestros padres no les gustaba que hiciéramos muchas preguntas y que sólo las figuras de autoridad, es decir, los adultos, tenían derecho a hacerlas. El resultado fue que dejamos de cuestionar las cosas y aceptamos lo que vimos, oímos y nos dijeron con mansedumbre aceptación. Lamentablemente, este enfoque funcionó bien en la era industrial, pero resulta inútil en la era del conocimiento, porque compromete nuestra capacidad de pensar y entender profundamente.

“Juzgue a un hombre por sus preguntas más que por sus respuestas”, Voltaire.

Think out of the box

La calidad de nuestras vidas depende de la calidad de nuestras preguntas. Nuestro sistema educativo favorece el pensamiento convergente, lo que quiere decir que busca la solución entre varias alternativas de manera reflexiva y analítica. En cambio el pensamiento divergente, es una forma inventiva y original de buscar múltiples respuestas ante un determinado problema.

De todos modos, elegir entre pensamiento convergente o divergente daría lugar a una falsa dicotomía. Ambas formas de pensamiento son necesarias y se complementan entre sí.

Utilizar el pensamiento divergente para pensar fuera de la caja es más fácil de lo que parece. Los niños lo hacen todo el tiempo antes de ser convenientemente reeducados para dejar de hacerlo. Si los adultos tratasen más de imitar a los niños el mundo sería un lugar mejor. Juega, medita, inventa historietas, pinta, reflexiona, relájate, explora y sal de tu zona de confort, cuestiona verdades universales, no te cierres a nuevas experiencias… todo esto te ayuda a fomentar el pensamiento divergente y a pensar “out of the box”. Los niños son como pequeños científicos que utilizan la lógica y la experimentación propia para discernir la verdad por ellos mismos. En cambio, en el mundo social de los adultos la apariencia es mucho más importante que la realidad.

El pensamiento divergente es una forma imaginativa de resolver los problemas porque no juzga ni valora. Además como efecto secundario nos libera del efecto restrictivo de las ideas anticuadas estableciendo una visión diferente de conceptos que hasta entonces considerábamos inmutables. Es decir, este tipo de pensamiento niega la creencia generalizada de que lo que constituye un modelo útil es el único modelo posible sino que busca constantemente nuevos modelos.

Piensa de este modo y sacarás mejores conclusiones de todo lo que se te plantee.

EL PROBLEMA DEL APRENDIZAJE REGLADO

“La principal razón para ir a la escuela es aprender a no pensar como un profesor” Nassim Taleb

El sistema educativo actual esta prostituido de tal manera que obvia totalmente la educación de los niños en pro de la productividad. Este sistema, aunque parece anquilosado en nosotros desde el principio de los tiempos, no tiene más de 250 años. Nació en la Revolución industrial de la Inglaterra del siglo XVIII – XIX y posteriormente en Estados Unidos como respuesta a la creciente demanda de trabajadores para satisfacer a la incipiente industria. Más tarde, bajo el mandato del canciller prusiano  Otto von Bismarck, se regló. También durante su gobierno, en 1884, nació el sistema de pensiones basado en el reparto que actualmente se utiliza. Este tenía un pequeño truco, que consistía en que no se cobraba pensión hasta los 65 años y la esperanza de vida entonces era de 40. Aparte había 16 trabajadores por cada persona jubilada lo que hacía más sostenible el modelo, pero con esta medida, lo que se consiguió fue formar a gente obediente que nunca se levantaría contra un estado del que depende su sustento. Incluso si el propio estado muchas veces fuera contra los intereses de los ciudadanos, estos lo defenderían. Ahora la promesa de una pensión ya no es sostenible pero la gente, no solo se niega a aceptarlo, sino que intentan perpetuarlo hasta que quizá sea demasiado tarde y todo se venga abajo como un castillo de naipes.

Estamos adoctrinados creyendo que ser empleado es algo normal pero esto no fue siempre así. Antiguamente todos eran pequeños empresarios que se agrupaban en torno a oficios. Ahora estamos viviendo en un sistema prusiano que lo que busca es la producción masiva de empleados y soldados.

Debido a que el sistema solo busca trabajadores eficientes, da mucha importancia a una serie de materias como matemáticas, ciencias o lengua denostando otras más inherentes al comportamiento humano como las relacionadas con cualquier tipo de arte, el dibujo, la danza o la música y de este modo elimina todo atisbo de creatividad en los niños. Los niños son creativos por naturaleza y poco a poco van perdiendo esta facultad pasando a ser meros números de un sistema a todas luces caduco y que no va acorde con la esencia del ser humano.

“Nos esforzamos solo por llenar la memoria y dejamos el entendimiento y la conciencia vacíos. (…) Así como las plantas se ahogan por exceso de agua y las lámparas por exceso de aceite, lo mismo le ocurre a la acción del espíritu por exceso de estudio y de materia” Michel de Montaigne

Este sistema educativo coarta en los niños una de las habilidades más necesarias para abrirse camino en el siglo XXI en el que nos encontramos, el pensamiento creativo. Ken Robinson en su libro “El Elemento” dice que “Lo desastrosamente erróneo de este planteamiento es que infravalora gravemente la capacidad humana. Damos una importancia enorme a los exámenes estandarizados, recortamos la financiación de aquellos programas que consideramos “secundarios”, y luego nos preguntamos por qué nuestros hijos parecen poco imaginativos y faltos de inspiración. De este modo, nuestro actual sistema educativo agota sistemáticamente la creatividad de los niños.”

Un niño sin imaginación en un sistema por definición extractivo, no dudará en caer en el nihilismo, apareciendo más adelante problemas como la depresión, la ansiedad o cualquier otro cuadro similar, tan presentes en la sociedad actual y cada vez más en gente joven.

Los genes humanos de cazador-recolector no se adaptan bien a estar sentados en una clase. Por ello el sistema educativo es un proceso de domesticación del hombre. A la sociedad moderna no le interesan los hombres libres, sino obedientes empleados y consumidores altamente manipulables como hemos dicho. Si un niño no es capaz de sentarse durante horas delante de un profesor se le trata como un enfermo, que tiene que acudir a un médico que le diagnosticará un tratamiento. Cada vez hay más niños en las aulas con lo que han llamado trastorno por déficit de atención, por ejemplo.

La era industrial comenzó aproximadamente en el S.XVI, pero lo que se niega a aceptar el sistema, en base a sus propios intereses obviamente, es que terminó en torno al año 2000 y la creación y posterior popularización de la World Wide Web en 1989 fue el primer paso para ello. En la era industrial un trabajador podía conseguir un empleo muy bien pagado que durara toda la vida, así como protección sindical y una pensión vitalicia tras jubilarse. Ahora todo esto se ha vuelto algo anacrónico. En la próxima década la tecnología reemplazará más empleos como estamos viendo y las fábricas serán desmanteladas, transportadas y reconstruidas en países con salarios más bajos. La noción de empleo bien pagado de por vida y una pensión vitalicia se tornará obsoleta por lo que es necesario un cambio de paradigma.

Ken Robinson lo compara con una máquina de vapor. Hubo un tiempo en el que era potente y eficaz y mucho más eficiente que cualquier otro medio de propulsión de la época, pero con el paso de los años dejo de responder a las nuevas necesidades de la gente y el motor de explosión se ofreció como el nuevo paradigma. En definitiva, estamos en la era de la información digital utilizando herramientas de hace dos siglos

“El Estado no debe enseñar, sino que debe permitir enseñar. Todos los monopolios son detestables, pero el peor de todos es el monopolio de la educación“  Frédéric Bastiat.

Para una economía industrial la competencia en matemáticas, ciencias y lengua son imprescindibles dejando apartadas cualquier otro tipo de actividad en la que se implique el cuerpo, el alma, los sentidos y buena parte del cerebro, la mitad concretamente. En consecuencia, el sistema educativo inculca una serie de valores que favorecen la visión reduccionista de lo que es en realidad, la inteligencia y la capacidad personal, sobrevalorando por otro lado determinados talentos y habilidades. Esto provoca que a las personas a las que la mente les funciona de una manera completamente diferente, pueden sentirse totalmente ajenos a la cultura educacional. Por eso hay cientos de ejemplos de personas a las que no le fue bien en el colegio y luego han triunfado en sus respectivos campos como por ejemplo Bill Gates, Steve Jobs, Albert Einstein, etc.

 Todo el sistema educativo está estandarizado, sin dejar ningún tipo de margen para el cambio. Al tener su origen en un estado militar, todo está jerarquizado, adecuando su propósito a mantener la autoridad. Los programas y mandatos son cerrados e inamovibles. Los profesores tienen unos límites estrictos sobre como tienen que enseñar y los alumnos sobre como tienen que aprender. Se educa de tal manera que se aprenda a respetar lo establecido como algo perfecto. La opinión del maestro es infalible. La palabra del padre indiscutible. Las instituciones del estado absolutas y eternamente válidas. Se educa inculcando la premisa de que, como el alumno no ha hecho nada aún en la vida, lejos de estar en condiciones de pedir o exigir cosas, no puede sino estar sino agradecido con lo que se le concede y este método de intimidación es utilizado desde la infancia. La verdadera misión de todo esto no es hacer avanzar o frenar al individuo, ni formarlo interiormente, sino amoldarlo con la mínima resistencia posible a la estructura establecida.

De esta manera, los estados que tiene transferidas todas las competencias en esta materia puede caer en la tentación de utilizarla para adoctrinar a su manera a las generaciones del mañana.

En consecuencia lógica, los colegios y las universidades se llenan de materias inútiles, aprendiendo conceptos que al día siguiente del examen vas a olvidar y que el 80 por ciento de ellos no te van a servir de nada en tu vida laboral. Luego nos preguntamos por qué la gente es poco imaginativa y carece de inspiración cuando en realidad es el sistema educativo el que agota sistemáticamente la creatividad de las personas como vemos. Los exámenes estandarizados basados en la memorización para no acordarte inmediatamente después a la realización de los mismos en un mundo en el que toda la información disponible esta en internet en la palma de tu mano, son totalmente absurdos.

Esto lleva a que la mayoría de la gente nunca llega a explorar todo su potencial creativo ni a encontrar sus verdaderos intereses. Todos los niños comienzan el colegio con una imaginación brillante y no tienen miedo a expresar lo que verdaderamente piensan. Entienden que equivocarse significa simplemente eso y están dispuestos a correr el riesgo porque de otro modo no se les ocurriría nada original. Ya hay universidades en Estados Unidos, como Harvard por ejemplo que tienen carreras donde enfocan el temario, o parte al menos, hacia algo más eminentemente práctico y por ahí debería avanzar el resto del mundo.

Con esto no resto la importancia que tiene el ir al colegio, sobre todo en los primeros años de vida donde a parte de los conocimientos aportados el niño aprende a relacionarse con los demás. Si quieres sobrevivir al sistema no puedes salirte de él, pero siempre teniendo presente esto y con una mentalidad abierta a llevar tu propio camino de auto aprendizaje y desarrollo personal.

Yo personalmente hace mucho tiempo que deje la educación tradicional y elegí ser mi propio maestro mediante “educación innovadora”. Nunca en mi vida he dejado de estudiar ni de aprender cosas nuevas y durante el resto de la misma va a seguir siendo así, porque pienso que el autoconocimiento y el crecimiento personal son dos pilares fundamentales en la educación del individuo. A ese instinto que nace del deseo de saber o del ánimo de indagar y conocer, los antiguos romanos lo llamaban “curiositas” y es algo que no se debe perder a medida que van avanzando los años.

“La curiosidad es antifragil, como una adicción, y los intentos de satisfacerla hacen que aumente. Los libros tienen una misión secreta y la capacidad de multiplicarse, como bien sabe todo el que tenga estantes de pared llenos de libros” Nassin Taleb

Para ello procuro aislarme del ruido de los medios de “desinformación” en masa que intentan orientar hacia un pensamiento único, unos valores y un patrón de comportamiento común a todos los individuos. Me molesta especialmente que me digan como tengo que pensar, como tengo que actuar, lo que tengo que comprar y lo que tengo que hacer para ser considerado un miembro apto de la sociedad. Por ese motivo hace ya mucho tiempo que dejé de ver la tele y de apartar de mi lado todo lo que era tóxico para mí, especialmente algunos tipos de personas. Todo ello ha favorecido una mente más preclara a la hora de pensar y de tomar mis propias decisiones.

“El Estado no te da la educación que necesitas, te da la que él necesita que tengas” Max Stirner

DEJAD QUE LOS NIÑOS JUEGUEN TRANQUILOS

Los seres humanos necesitan desafíos físicos, mentales y todo tipo de estresores para no deteriorarnos. Por ende, los niños también. Aislarlos en burbujas, ya sean burbujas higiénicas, burbujas emocionales o burbujas de pensamiento es totalmente perjudicial para ellos. El sistema inmune es un sistema adaptativo complejo capaz de adaptarse y evolucionar en un entorno cambiante. Al igual que un cuerpo se atrofia por estar un mes en la cama, nuestro sistema inmune también necesita estresores y desafíos para aprender, adaptarse y crecer.

Muchas veces se intenta erróneamente preparar el camino para en niño, en lugar de preparar al niño para el camino. Intentar evitar cualquier cosa que pueda molestar al niño es totalmente perjudicial. Al proteger a los niños ante cualquier riesgo, lo que estamos haciendo es que reaccionen con un miedo excesivo ante situaciones que no son en absoluto peligrosas y peor aún, los estamos aislando de situaciones adultas que algún día tendrán que dominar. Esto provoca que cuando salgan de nuestro paraguas protector, caigan más fácilmente en la depresión o la ansiedad.

Todo esto no significa que debamos dejar de proteger a los niños de diversos traumas o enfermedades. Lo que quiero decir es que los debemos de proteger de la cultura de la ultraseguridad, que se basa en un error de comprensión sobre la naturaleza humana y sus dinámicas de recuperación tras un trauma.

La ultraseguridad emocional también es un peligro muy importante que no debemos obviar. Intentar mantenerte a salvo de todo aquel que esté en desacuerdo contigo solo crea conflictos, instiga un odio natural por la otra parte y divide sociedades.

En definitiva, los niños, como muchos otros sistemas adaptativos complejos, son antifrágiles. Si los aislamos en una burbuja no lograrán madurar y desarrollarse como adultos capaces que puedan interactuar de manera productiva con otras personas. La sobreprotección paterna elimina el ensayo y error, la antifragilidad de la vida de los niños y los aparta de lo natural, para que actúen de acuerdo a mapas mentales preexistentes. Necesitamos azar, desorden, aventura, autodescrubrimiento, episodios traumáticos, todas esas cosas que hacen que la vida sea algo que merezca la pena vivir. En lugar de ello, intentamos dar a los niños una existencia estructurada, falsa e ineficaz.

Escúchate

Las lecciones importantes de la vida y lo que realmente te llena no va a salir de algo como puede ser la televisión o cualquier otro medio exterior. Estas lecciones ya están dentro de uno mismo, por eso cuando eliminas todo lo tóxico que te puede llegar a través de los sentidos e infectar tus emociones, empiezas a hacer cosas que tu cuerpo y tu espíritu te piden realmente. Es muy importante aprender a escuchar a tu cuerpo y no sólo en lo que se refiere al exterior o a la alimentación que ingieres sino también internamente desde el punto de vista de los pensamientos. Elige muy bien con qué quieres llenarlos y quizá te des cuenta que le da mucho más sentido a tu vida leer un libro, ver alguna película interesante, crearte una filosofía personal, leer estudios de nutrición o temas relacionados con la salud, documentales, hacer deporte, escribir o cualquier otra cosa, que estar todo el día delante de un televisor que te ofrece contenidos de dudosa moralidad y en última instancia cargados de energía de muy baja vibración. Intenta hacer cosas que te hagan sentir bien y no impuestas por nadie.

“Las escuelas y la prensa, la radio y el cine, se usarán exclusivamente para propagar aquellas opiniones que, verdaderas o falsas, refuercen la creencia en la rectitud de las decisiones tomadas por la autoridad” Camino de servidumbre. F.A. Hayek (1944)

Si ves y aceptas lo que la mayoría de la gente considera como normal, a lo mejor, lo que pasa es que están tratando de venderte una vida que no es la tuya y, por consiguiente, tú viviéndola.

IKIGAI

“Si alguien me rebate y da pruebas de que pienso o actúo incorrectamente, con gusto cambiaré, pues busco la verdad, que nunca ha perjudicado a nadie. Por el contrario, el que sufre daño es el que permanece en su propio engaño e ignorancia” Marco Aurelio

Ikigai es un término japones que significa que debes buscar tu propósito en la vida. Los budistas lo llaman el Dharma, por el cual, cada uno de nosotros tenemos una misión heroica en la tierra. Séneca utilizaba la palabra griega euthymia (tranquilidad) también para referirse al sentido de nuestro propio camino. El problema es que muchas veces vemos a los demás y lo único que pensamos es en alcanzar su aprobación, desperdiciando por el camino nuestro potencial y nuestro propio propósito. Todos nosotros alguna vez hemos perdido preciosos momentos vitales haciendo cosas que no nos gustan para ponernos a prueba ante nosotros mismos y ante gente que ni siquiera respetamos o incluso para lograr cosas que no queremos. No se trata de tener más que los demás. Se trata de ser lo que somos y ser tan buenos en eso como sea posible, sin sucumbir a todo aquello que nos aleja de nuestro objetivo.

“El secreto del éxito es la constancia en los propósitos” Benjamin Disraeli

Por supuesto este ikigai no es algo estático, es más bien dinámico y orgánico que va cambiando con el paso del tiempo. No tenemos los mismos objetivos vitales con 18 años que con 40. De hecho hay mucha gente con 18 años que no sabe qué hacer con su vida al igual que también hay mucha gente con 40 que tampoco. No pocos abandonan este mundo sin descubrirlo o sin ni siquiera buscarlo, que es algo aún más triste. Simplemente se lanzan a la vida y se dejan llevar por inercia.

A veces está bien dejarse arrastrar por la corriente, puede resultar muy cómodo y tentador, pero, en la mayoría de las ocasiones, un estilo de vida más contrario al resto aportará mejores resultados a tu vida ya que nadie te dirá como o que debes de hacer o pensar. Si a menudo te sorprendes a ti mismo pensando como el resto de la gente, probablemente ese sea un buen momento para pararte y reflexionar.

Esa búsqueda del “sentido de la vida” tiene un componente en cierto modo solidario, ya que con nuestro ikigai sentimos que estamos aportando algo al mundo. En este sentido iré comentando cosas más adelante.

Para terminar es muy importante la comunicación contigo mismo, escuchar tu interior. Pararte y reflexionar. El cuerpo es sabio y sabe lo que necesita. Si no sabes escuchar las leves señales que te va dando, estas poco a poco se irán intensificando.

1 comentario en «El error del sistema educativo»

  1. Un artículo cojonudo. Veremos en unos años cuando tengamos varias generaciones de clientes en vez de desarrolladores como nos va y adelantan por la derecha otros países

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