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EL CONTROL DE PRECIOS

Si quieres evitar leerte el tocho que viene a continuación, de este artículo solo quedate con una idea. Cuando un gobierno de cualquier estado establece (por la fuerza o amenaza de esta) un control sobre los precios de cualquier bien o servicio, automáticamente se produce, por un lado un desabastecimiento de dicho bien, dado que aumenta la demanda y se contrae la oferta y por el otro aflora el mercado negro.

Durante los últimos 46 siglos, todos los gobiernos del mundo, de tiempo en tiempo, han intentado fijar precios y salarios. Cuando estas políticas, como es lógico, empezaban a hacer aguas, estos gobiernos echaban las culpas a la perversidad de sus subditos más que a la ineficiente política fiscal.

Durante siglos el gobierno egipcio trató de mantener el control sobre la cosecha de cereales, sabedor de que si controlas la comida, controlas la vida de la gente. Esta regulación terminó finalmente en apropiación convirtiendo la tierra en propiedad del monarca. Los agricultores, cansados de este control, abandonaba sus tierras con la consecuente caida de la provisión de alimentos. Todo esto derivó en un colapso de la economía egipcia y su estabilidad política hacia finales del siglo III AC.

El código de Hammurabi es el primer texto legal escrito que establece un rígido control de precios y salarios. Este control restringió la producción y distribución babilónica y ahogó el progreso económico del imperio durante muchos siglos.

En el otro lado del mundo, los funcionarios del antiguo imperio Chino también intentaron reemplazar las leyes naturales de oferta y demanda por lo que a su propio juicio debían ser. También podemos ver políticas idénticas en la India o en la antigua Grecia. De hecho, el gobierno ateniense fue tan lejos que hasta ejecutaba a sus propios inspectores cuando fallecía su celo en el control de precios.

Como dejé ver en este artículo, en el Imperio Romano hubo un tiempo en el que se ofrecía a cada ciudadano trigo gratuito. El resultado fue que muchos agricultores abandonaron sus granjas para ir a vivir a Roma sin trabajar. Los esclavos fueron liberados por sus dueños para que pudieran ser mantenidos por el estado y como ya vimos, para intentar hacer frente a estos problemas económicos, los emperadores comenzaron a devaluar la moneda.

Egipto fue la provincia más afectada por esto, donde el solidus de oro cambió de 4 mil a 180 millones de dracmas egipcias. El precio del trigo subió en consonancia.

El emperaor Dioclesiano atribuyó la inflación enteramente a la avaricia de mercaderes y especuladores. A medida que los impuestos crecían, la base impositiva se redujo haciendo cada vez mas dificil recaudar impuestos, lo cual dio como resultado un círculo vicioso. Con todo esto el comercio del floreciente imperio fue reducido al trueque y la destruida clase media descendió al nivel de servidumbre.

Al carecer la moneda de valor, se estableció un pago en especies lo que destruía la total libertad de las clases bajas. Diocleciano tomó el todo por los cuernos y estableció un nuevo denario enteramente de cobre. Esta acuñación de la nueva monera tenía como fin sostener al gran ejército y a la burocracia masiva de modo que cada vez se fue creando más y más dinero. Finalmente el emperador hizo un edicto fijando precios máximos sobre carne, huevos y ropa y también sobre salarios bajo pena de muerte.

La gente dejó de llevar productos al mercado ya que no podían obtener por ellas precios razonables y aumentó la escasez. Menos de 4 años después de la reforma monetaria asociada al edicto, el precio del oro había crecido un 250%. Para finales de siglo ese porcentaje ya subía al 2000%.

El trigo imperial fue comprado por los mercaderes ricos y lo poco aparecía en el mercado era vendido en clandestinidad a un precio más elevado e ilegal. Esta terrible presión fiscal hizo gemir al imperio y más de una vez, ricos y pobres rogaron para los bárbaros los librasen de ese yugo.

En la Edad Media, la ciudad de Amberes cayó bajo el dominio español porque nadie se exponía a introducir alimentos en la ciudad sitiada a menos que abonase los precios de mercado.

Durante la Revolución francesa surgió un gran mercado negro en toda Francia como respuesta a repetidos intentos por parte del gobierno de controlar el precio de los alimentos. Era imposible controlar este contrabando y su efecto fue asegurar que los más ricos tuviesen alimentos suficientes mientras que los pobres eran abandonados a morir de hambre. Es decir, unos resultados totalmente contrarios a lo que la ley esperaba (que sorpresa)

Se han intentado controles de precio similares en Nueva Zelanda a principios del siglo XX con el precio de la gasolina, en Japón con el precio de la seda en 1930 o en Brasil con el precio del café en torno al mismo año, todos con idéntico resultado. Ya hablamos también en el mismo artículo sobre la alemania de Weimar. La moneda en circulación aumentó de 6 billones de marcos en 1913 a 92 cuatrillones en 1923. Una taza de café aumentaba su precio de 5 mil a 8 mil marcos mientras se bebía. Un par de zapatos que costaba 32 marcos en 1913 se vendía por 32 trillones en 1923. Mujeres en los mercados pedían 100 millones por un huevo….

Durante la Guerra Mundial las naciones más importantes recurrieron al control de precios y salarios. Esto no solo estimuló la presencia de mercados negros sino que además también un deterioro en la calidad de los productos.

La presencia de mercados negros es la prueba de que el hombre nunca puede suprimir el poder del mercado mediante la planificación, sólamente puede decretar su legalidad.

El estado soviético determinaba para cada empresa un presupuesto total de salarios por un año y establecía los salarios semanales de toda la nación para cada trabajo. Las autoridades planificadoras establecían metas de producción a las fábricas y para mantener los salarios actuales, cada año debía de aumentarse dicha producción. En consecuencia se falseba haciendo perpetuar entre los dirigentes del glorioso estado socialista su viabilidad y hegemonía.

La inflación surge cuando el dinero en circulación aumenta en mayor rapidez que el valor de la producción total de bienes y servicios de la nacion. Todos estos controles pueden suprimir los síntomas de la inflación, pero las pruebas demuestran que no son una cura para la enfermedad.

Al someter los precios a estas manipulaciones, no puede detectarse las señales que proporcionan la oferta y la demanda. No hay incentivos para obtener mayores beneficios para las empresas que induzcan a aumentar la oferta por lo que la escasez se convierte en norma habitual. Para satisfacer la rampante demanda surgen los mercados negros para que los consumidores puedan adquirir bienes que de otra manera no podrían o sufrirían demoras significativas en su entrega. Esto en consecuencia distorsiona el caudal de inversones destinado a los distintos sectores de la economía. Las empresas que en otras condiciones no serían rentables logran sobrevivir y no puede evitarse el desabastecimiento que surge de la imposición de controles.

Para corregir los desequilibrios originados por los propios controles, el gobierno interviene aún más ya que estos controles no solo desvían la verdadera causa de la inflación sino que brindan al gobierno una excusa para la inacción.

Todo esto nos demuestra que el hombre en este campo ha tropezado una y mil veces con la misma piedra. No solo eso sino que lo sigue haciendo y no parece que esa tendencia vaya a remitir a futuro, sino a aumentar. Por ello , cada vez se hace más necesario un sistema que al menos nos proteja de los terribles efectos de esa inflación, como es la inversión.

Para escribir este artículo he utilizado como base el libro 4000 Años de control de precios y salarios de Robert L. Schuettinger

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